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  • Writer's pictureRyan Hillblad

El ajuste nuestro de cada día


El pasado 11 de Agosto un terremoto electoral sacudió a la Argentina, la fórmula de los Fernández sacó el 47,6% de los votos mientras que el oficialismo cosechó el 32,08%. Nadie esperaba la contundencia del resultado, del cual cabe sacar tres principales conclusiones que permitirán a unos y a otros recomponer y ajustar sus estrategias de cara al futuro.


En primer lugar, el principal mariscal de la derrota para el gobierno fue contundente y ensordecedoramente el ajuste. Es insoslayable que la crisis económica que golpea a la Argentina desde Abril del año 2018 ha calado hasta la médula del tejido social. El presidente no entiende el sufrimiento que la clase media está pasado.


Durante la crisis se mantuvo una asistencia paliativa y de emergencia para los más pobres para garantizar la paz social, pero, quienes les dijeron que “no” al gobierno, fueron los estratos medios y medios bajos. La clase media argentina fue inmolada en el altar del ajuste, con o sin razón, pero se la dejó languidecer con tarifazos, inflación todavía a niveles africanos, recesión económica, pérdida del poder adquisitivo, una alta e inclemente presión tributaria y ninguna ayuda estatal.


El pato de la boda lo pagaron los del medio, como siempre. La clase media alta y alta seguirá votando al presidente y pueden escampar la crisis con algunas adecuaciones a su estilo de vida, pero los estratos medios, vieron en dos años balancearse años de trabajo al estar sus pymes al borde del naufragio o sus sueldos por ser eliminados con un despido.


La transparencia, la democracia y libertad de expresión son grandes pilares de cualquier democracia. Los puentes, cloacas, trenes y aeropuertos son la base de cualquier gran economía, pero el gobierno está aprendiendo a las malas algo mucho más fundamental: que la comida y la vivienda son la base de la sociedad.


En el mes de Abril escribí un artículo titulado “Es la economía estúpido” (disponible en ésta página), donde advertía del peligro de dejar a la clase media y media baja fuera de la economía sufriendo los efectos de la crisis, Macri corría el riesgo de perder en la comparación del estilo de vida con la gestión anterior. Desgraciadamente yo tenía razón. Es claro que la gente en última instancia vota con el bolsillo, y no porque sea delirante, mala, estúpida o desmemoriada, vota con el bolsillo porque cuando no se llega a fin de mes, la corrupción de un gobierno o su tendencia a censurar periodistas pasa a ser algo menor, primero se come, después lo demás.


La sorpresa del gobierno de Mauricio Macri el Domingo pasado es entendible, pero no perdonable, es claro que no entendieron la dimensión real de la crisis el sufrimiento y la angustia de casi la mitad del país, y los errores en política, se pagan con votos, muchos votos.



En segundo punto creo que queda claro que la grieta ha llegado a su fin, no como división de la sociedad si no como estrategia política. El oficialismo fogoneó la división ya existente en la sociedad en el año 2015 y 2017 con muy buenos resultados electorales, explicando todo lo distintos que Cambiemos era del Kirchnerismo.


Los argentinos no suelen ser expertos en memoria histórica, pero entendieron durante algún tiempo en los primeros años de Macri que había grandes problemas que venían de la gestión anterior (déficit fiscal, atraso cambiario, inflación, mala infraestructura). El problema es, que no se puede pretender que la sociedad no culpe al gobierno actual luego de más de 3 años y medio de gestión. Al gobierno se viene llorado de casa.


La campaña de la pesada herencia no va más, en algún momento en política los gobiernos tienen que dejar de “no ser algo” y pasar a “ser algo”, y ese algo fueron 4 años de gestión con la peor crisis económica desde el 2001. No se puede gobernar explicando constantemente que uno es distinto a otro, no se puede hacer futuro solo criticando al pasado.


Los gobiernos deben inspirar, construir una visión propia de a donde quieren ir, tener una identidad y una misión de porvenir que haga grande al país.


El gobierno de Macri, en su afán de mostrarnos que tanto eran mejores que el gobierno kirchnerista, distintos al pasado al que no había que volver, termino recordando a la gente, que en ese pasado, por lo menos, se vivía mejor.


La clase media tiene menos poder adquisitivo y más problemas económicos que en el año 2015, por lo cual en última instancia, para muchos argentinos, la conclusión es simple, antes por lo menos económicamente, estaban mejor.



En tercer lugar es evidente que lo que permitió que en el 2015 Daniel Scioli no ganara la elección en primera vuelta, hoy puede hacer lo contrario para Alberto: la unión del peronismo. En el 2015 en las elecciones de Octubre el peronismo estaba dividido y Sergio Massa cosechaba cercano al 20% de los votos, hoy ese dirigente es compañero de Alberto y Cristina, y en las Paso sacaron el 47% de los votos. La unión del peronismo parece ser determinante en éste resultado insalvable a menos que medie un milagro, mucha suerte y varios tréboles de 4 hojas.


Macri logró hacer lo que el peronismo no pudo por sí solo desde el cisma de Sergio Massa en el 2013: unirse. Desde hace 6 años que la gran familia peronista se había peleado en diferentes vertientes, muchas queriendo ver terminada la carrera política de la ex presidenta, sin embargo el gobierno del presidente Macri mantuvo a Cristina en la escena pública estos últimos 4 años, para culparla de la herencia recibida (no sin razón) o para hacer campaña y ganar elecciones. Lo cual impidió una renovación de liderazgo y termino haciendo volver al redil a los peronistas más díscolos y más “responsables”.


No le quedó opción a peronistas moderados como Uñac o Perotti que subirse al tren de Cristina y Alberto, como única expresión del peronismo, para esquivar el riesgo de quedar a la intemperie y solos. Con el peronismo unido con intendentes y gobernadores es que comenzó a formarse la tormenta.


El resultado fue abrumador y lapidario, resta ver que pasará a futuro, pero queda claro que el presidente debe estar pensando lo mismo dijo un viejo ministro de economía argentino: “les hable con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

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