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  • Writer's pictureRyan Hillblad

Peronistas por todos lados

“Todos somos un poquito peronistas” decía el general, y quizás tenía algo de razón, sobretodo si miramos el escenario electoral de éste 2019. Las 3 principales fórmulas que se presentan a las elecciones contienen al peronismo en su interior. Aún el gobierno en su vuelta a la iniciativa estrenó su primera fórmula híbrida de la mano del peronismo: Macri-Pichetto.


Desde el lanzamiento de la fórmula Fernandez-Fernandez, el gobierno había estado vagando por el desierto buscando alguna pista de la tierra prometida de la reelección, con su mesías perdido y a la defensiva. Parece que el conductor calabrés encontró el rumbo, y el gobierno vuelve a la ofensiva. Si Sergio Massa se iba a pasar al kirchnerismo, entonces “para un peronista nada mejor que otro peronista” e incorporaron a Miguel Ángel Pichetto. Mauricio Macri decidió hacer lo que venía evitando desde que comenzó su carrera política: abrirle las puertas al peronismo.


Bien es cierto que dentro del Pro y Cambiemos hay hombres y mujeres de pasado peronista, pero siempre se habían sumado como quien cambia de camisa, entraban a un partido nuevo, dejando lo viejo, cambiaban. Miguel Pichetto puede ser muchas cosas, pero algo que nunca dejará de ser es peronista, su ADN es irrenunciable. El senador hizo el cursus honorum de la política desde concejal de su pueblo en la Patagonia hasta presidente de la bancada del partido más importante de la Argentina por más de 16 años, siempre peronista.



Con ésta incorporación quedan dos cosas probadas. En un primer punto, que el macrismo fue incapaz de demostrar su doctrina que afirmaba el fin de la política, la cuál debía ser reemplazada por la gestión de tecnócratas. La política en Argentina está viva y coleante y sin ella no se puede gobernar. La iniciativa del macrismo era eliminar “la rosca”, los tratos y negociaciones típicas de la política, para reemplazarlos con una eficiente gestión de la cosa pública, en donde los resultados de la gestión hablarían por sí mismos y sería innecesario buscar acuerdos con las cúpulas del poder político. Cuatro años, una crisis económica muy seria y la imagen del presidente en caída después, es claro que quedó refutada la salida tecnócrata.


Nada muestra más el fracaso de la teoría duranbarbista que la entrada del peronismo a la coalición, algo que hasta ahora ni los radicales habían podido lograr. Con la vicepresidencia en manos del príncipe del senado peronista se abre una nueva etapa, y el presidente parece haber reconocido su error inicial.


En segundo lugar se ha demostrado que el peronismo aún en su desintegración, (típica del mundo post partidos políticos), sigue siendo el eje de la política local. El antiperonismo histórico siempre ha representado alrededor de un tercio de los votos, y solo con el acercamiento a los sectores moderados, que no han jurado sobre la cruz nunca votar al justicialismo, es posible ganar.


En el 2015 le alcanzó a Cambiemos el espanto que un tercer mandato kirchnerista provocaba. Hoy, la economía pesa a las espaldas del mandatario y no quedó más opción que ir a buscar el voto peronista con acuerdos de las cúpulas.


Pichetto, como dirigente, no atrae un caudal considerable de votos, pero si atrae las simpatías de distintos focos de “poder fáctico” de la misma manera que ocurre con Alberto Fernandez. El senador tiene una fluida relación con sectores financieros, muy buena llegada en Comodoro Py y casi más importante, posee una relación de décadas con el partido justicialista y los principales gobernadores del país. Como primera prueba de ésto, el gobernador Schiaretti de Córdoba va a las elecciones con lista corta; y hasta la fecha ya son 6 las provincias que siguen esta modalidad (Río Negro, Misiones, Neuquén, Chubut y Santiago del Estero).


Mauricio Macri decidió hacer caso a los pedidos de los más políticos de su gobierno, por lo menos en apariencia, como así también a sectores del radicalismo que reclamaban “aumentar la base de sustanciación política del gobierno”. La idea dejó de ser esperar la división del peronismo, y luego polarizar. Ahora la batalla será por conquistar para la primera vuelta al electorado moderado que muchas veces vota al peronismo. Ante la posibilidad de una definición en Octubre y no en el ballotage, el gobierno se alista para la batalla final.


Muchos gobernadores peronistas verían más favorablemente un gobierno de Macri que de los Fernández, Pichetto se encargará de recorrer el país y recordarles los abusos y malos tratos de la ex presidenta, las humillaciones y postraciones para recibir fondos y las quimeras que debían apoyar. Pichetto juega en contra del autoritarismo, que según él, anida en el nuevo “Frente de Todos”. Si logran su cometido, el senador será clave para asegurar la gobernabilidad y los votos del Senado para conseguir reformas estructurales.


La renovación del peronismo no fue resuelta durante el gobierno de Macri y por tanto se trasladó al centro de la política nacional. Con Pichetto queda evidenciado el camino de los moderados, demócratas y reformistas, como Schiaretti, Urtubey o Uñac, que buscaron sin éxito por ahora, separarse de la izquierda del partido y la figura de la ex presidenta. Macri puede llegar a capitalizar nuevamente ésta desunión como en el 2015 si logra drenar suficientes votos peronistas para las elecciones de Octubre, de lo contrario, podría ser el retorno de Cristina. Todo está por verse.


Comienza la cacería de votos.

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